Recuerdo estar en escuela elemental y ver que un día, una de mis mejores amigas llegara con los vellos de los brazos decolorados. Desde temprana edad, ella se sentía incómoda por tener tantos vellos oscuros en sus extremidades y, aunque se afeitara las piernas, no parecía haber mejor solución para los brazos en ese entonces. Esa tarde, le conté a mi mamá y ella me dio una lección para toda la vida: “Lo importante es que se sienta mejor en su cuerpo”.
Pasaron los años y cambiamos a distintos colegios, por lo que nos distanciamos un poco. Hace dos meses, estaba en el aeropuerto y nos encontramos. Fue una grata sorpresa y, entre una cosa y otra, me dice con emoción (y una gran sonrisa): “¡Me hice láser!”. Le correspondí la sonrisa y le contesté: “¿Ah sí? Cuéntame”, como quien da luz verde a quien inevitablemente está a punto de estallar.
“¡Estoy TAN feliz de haberlo hecho! ¿Te acuerdas de cuando éramos chiquitas…?” Yo asentí y la escuché, mientras me transportaba a esa imagen de cómo dos nenas aprendían que no siempre les iba a gustar todo de sus cuerpos.
Afortunadamente, hay solución. Mi amiga andaba con una blusa de manguillo, mostrando sus brazos tonificados, suaves y libres de vellos… y yo, no pude alegrarme más por ella.
¿Quién eres tú en esta historia y cuándo vas a sacar tu cita?”
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